Piccola Música Vol.2

Descarga aquí la compilación del mes de Agosto: Star Tracks: Piccola Odisea Espacial en dos volúmenes 2a y 2b

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Dee Dee Brigdewater - Red Earth (Emarcy / Umgd, 2007)

Cuando escuché “Compare to what”, no pude evitar contonearme como caracol en frenesí, una y otra vez, chasquear y sonreír como Johnny Bravo. Sin duda, Red Earth es uno de los mejores discos con los que me he topado.

El principio básico de la danza y su relación con el cuerpo está en una de las zonas más sensibles, el cuadrante ombligo-pelvis. Sin aventurarme, ahí es desde donde se baila. Si nos ponemos meditativos, los simbolismos cobran sentido, cuando bailamos, literalmente, nos ofrecemos a la tierra, la cavidad desde la que gozamos. No es tampoco nada casual que los cantos más primigenios estén dedicados a la pachamama. De aquí surge ese maravilloso entendimiento entre la voz de la mujer, su cuerpo y el ritmo. Canto y baile, eternamente, en marea.

Dee Brigewater, en Red Earth, logra una sensualidad abrumadora. Una combinación entre jazz (clásico y latino, toque del pianista boricua), blues y africanidad —cuál de estos géneros no proviene de África—, con la escuela de Nina Simone y Ella Fitzgerald; Bridgewater es la heredera, tanto que incluye una reinterpretación de “Four Women”, inmortalizada por Simone. Pero acá les dejo otra, "Meanwhile", homónima de un tema para cocodrilos, cantado por otra reina, Susheela Raman.

Cada pieza embona con exactitud: las letras de leyenda, el sonido del piano, el delicioso riti, el scat, la marimba, los coros y, por supuesto, las percusiones, dirigidas por el cordobés Minino Garay. En el disco, además, colaboran Oumou Sangaré y Kasse Mady Diabate, entre muchos otros artistas. Aquí un video donde pueden ver a Bridgewater y su equipo; gran rola, "Children go round".


Este disco, en vivo, se baila sólo con tu pareja.

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Sounds like Stilwerk Vol. 3 (2009)





Buscando discos me encontré con una portadita muy cuca y en la descripción prometían soul, funk… Una compilación de lo mejor del año. Lo anterior basta para darle clic y esperar unos minutos hasta que aparezca la tan ansiada ventanita (muy cuca también) diciendo: “Todas sus descargas han concluido”.

¡Nah mames!



Ten minutes-Karl Frierson

Así empezó la movida y francamente, naturalmente, me sentí orgulloso de mi hallazgo. Pero sucedió algo que mejoró el disco, el ego de quien esto escribe y, por añadidura, todo el ambiente que me rodeaba: llegó ella. Se sentó a mi lado y, mientras le mostraba mis habilidades en la computadora, ella movía el piecito. Un divino pie envuelto en una coqueta bota de piel (Sí tenía dos pies, no vayan a creer, pero yo sólo veía uno). Cruzó las piernas y tamborileó sobre sus muslos. El trabajo le gustó tanto como la música —acaso más— y llegó un momento —cuando yo observaba sus rizos rubios cayendo graciosamente sobre sus hombros— en el que comenzó a sonar esto:



Hurry on now-Alice Russell

Me hizo repetir la canción tres veces y prometerle quemar el disco para ella. Lo demás no importa. Lo que vale aquí es el periplo de una rola a otra, un proceso que dura una hora con un minuto y en el que suceden más cosas de las que se escuchan, se ven y se sienten.

Estamos tan seguros de lo que nos pasa mientras tecleamos, platicamos y desplegamos ventanas en el monitor: todo tiene un orden. Pero suceden estas cosas y uno pierde toda certeza, en esos momentos nos auxilia la música. Y así me fui yo: de la esperanza de compartir estas rolas con una reina a la certeza de no verla más y recordarla con ellas; de la tristeza ardida de Karl Frieson (el de la primera rola que escucharon), a la esperanza impaciente de la portentosa Alice Russell (la segunda); entreví la inminente partida con un aire de seguridad resignada gracias a Gelka (”When Ya Gotta Go Ya Gotta Go”) y descansé un poco de tanta sensación emo con Guts y una extravagante y prendida versión de “Summertime”, llamada “And the living is easy!” Hay mucho más que no se incluye para no agobiarlos y para que escuchen el disco entero.



Rendezvous-Jazzanova

Copa de vino, jamón serrano, queso y un nuevo Barry White (esta última rola) o nada de eso: una coca y unos rancheritos con salsa Valentina. Stilwerk es una marca fresa para fresas. Decoración de interiores. ¡Ya sé! Van a decir: ¡Che mariconazo! Pero pus hasta allá llegan los gustos, ahí nos llama la envidia de no tener el tapete “acá”, la mesita de centro “picuda”… Esta música complementa el ambiente que crean los colores, texturas y formas que diseñan estos vendedores de estatus. Pero igual sirve para cosas mucho menos de güeva como tener contacto humano, alimentar ilusiones o simplemente, para hacerse güey.

¿O no?

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Mobile Home: La caravana en un viewmaster





Los asuntos del corazón son una caravana que se detiene en cada esquina, se estaciona, marcha a mayor velocidad, va, viene y regresa de vez en vez. De un beso inocente en las mejillas rosadas a uno robado en los labios, de una caminata junto a alguien para mirar el cielo a encontrarle forma a las nubes aún si estas no son más que un anuncio de aguacero, creer en un sentimiento o sólo dejarse llevar por el momento, de las pocas sonrisas a los más recurrentes llantos, de los momentos más tiernos a los más tristes y de ahí directito a los roces; es así como a lo largo de 13 tracks uno saca del baúl de los recuerdos el viewmaster para poner las imágenes más bellas y darle un trago a la malteada de vainilla que espera ansiosa cruzar el popote dentro de ese vaso alto de cristal grueso.


Como atraídos por un imán, el recorrido en la memoria se acompaña de los sonidos. Uno puede ir intercambiando esas impresiones visuales recurriendo al banco donde se atesoran y se conjugan con frases que al emitirse erizan la piel. “Kiss like your tongue is on fire, suck like you don't need the money, sin like there's nobody judging” y “Complete me, fill my hole because I've offered you the part on parole, complete me, don't let go” hacen que a uno le den ganas de tomar cualquier objeto de goma como arma para darle fin a la más miserable tragedia encerrada en un diminuto frasco.


En la historia de la música hay marcas de luz u opacidad, bandas que pasan sin pena ni gloria y muchas más que simplemente surgieron en un momento en el que los oídos del mundo estaban centrados en los sonidos de otros siendo objeto de comprensiones a medias y valoraciones invisibles. Me habría gustado tener la capacidad de atrapar en una bocanada la fuerza de cada lamento de Crispin Hunt, cada melodía generada por la guitarra de Richard Hawley, cada bajeo de Simon Stafford, la confluencia entre el hit hat, los platos y las baquetas de Dee Boyle, quizá ahora tendría más posibilidades de revivir en un respiro los ondulantes estados de ánimo que los Longpigs son capaces de producir aún en un reciclaje de reproducciones a sus discos.


Longpigs, Mobile Home, Mother, 1999.

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Anni Rossi - Rockwell



Anni Rossi - Ecology


Si uno entra a la página de cierta disquera, le es posible encontrar una compilación gratuita con lo mejor de los artistas que han lanzado en lo que va del año. Entré por recomendación del jefe, quien entusiastamente presentó lo que ahora yo vengo a compartir aquí, con gran sorpresa.

Resulta que ahí está ésta chica que sabe cómo tocar la viola y sabe cómo tocar el piano, pero no sólo eso, sino que lo utiliza talentosamente para hacer música increíble, tan sencilla que, salvo en una ocasión, no es posible escuchar en ella más de tres instrumentos a la vez; todo un reto. La música de Anni Rossi es una pirueta, una trompetilla que rebota en la más tremenda voz elástica y lúdica. Aquí se sostiene una agresión tal que en el vacio encuentra su principal atractivo, e inevitablemente evoca un sutil grado de perversión; suena bonito desde la posibilidad de meter infinitos episodios en canciones minuto.

Anni Rossi - Machine


Rockwell es la pista perfecta para cualquier ocasión en la que uno necesite gritarle a otro: me encontré a mi misma sobre una copa frondosa de hojas verdes, tú y yo teníamos una hermosa casa en el árbol con un caminito compuesto en si menor y un riachuelo cuyo puente es el arco de un violín. Por favor, acompáñame hasta arriba.

Anni Rossi - Living in Danger


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Hermeto Pascoal - Ao Vivo Montreux Jazz Festival (1979)


Aún recuerdo a Hermeto en Bellas Artes. Desde el momento en que salió al escenario no paró de agitar al público y a sus músicos. Iba con el saxofonista y le gritaba – “¡Más, más!” – Pasaba con el percusionista y le quitaba de las manos los instrumentos para casi enseñarle cómo tocar. Pero lo más impresionante fue cuando le exigía al público que cantara pequeños temas que él les proponía. El respetable estaba anonadado, la mayoría no sabía cómo responder, cómo integrarse, cómo participar, o simplemente no quería. Hermeto terminó por decir: “¡Bah!”.

La primera vez que escuché a Hermeto Pascoal entendí muy poco de su música. Me sentí ahogado en una alberca de instrumentos, scat y ritmos desquiciados. Me pareció una violencia musical tremenda. Después, como suele suceder con muchos discos y artistas, regresé tímido a buscarlo. Y vaya que lo encontré.

Descubrir a Hermeto me llevó a encontrar muchas otras cosas. Escuchar su música es ver a un niño albino del norte de Brasil elaborar instrumentos caseros para tocar con los pájaros; es imaginarse a un músico que compone 366 piezas musicales de diversos géneros, una para cada día del año (Calendario do Som - “Calendario del Sonido”, 1997) con el afán de que cada persona tenga una música de cumpleaños dedicada por él. Oírlo es escuchar a Miles Davis diciendo “Hermeto es el músico más impresionante del mundo”, después de grabar juntos algunos tracks de Live Evil. Es experimentar la armonización de una narración de fútbol vs la de un discurso político (Lagoa Da Canoa, Município De Arapiraca, 1984).

Pero, más que nada, escuchar a Hermeto es verlo tocar dentro de una piscina montada en el escenario, teniendo como público a 2 mil niños en Rosario, Argentina.

Sí, me parece que la mejor experiencia es en vivo. Ao Vivo Montreux Jazz Festival (1979) no es sólo el disco que lanzó a Hermeto Pascoal como super Jazz Star. Su acto en el famoso festival suizo es echarse un clavado a ritmo de forró a improvisaciones gritonas en las que Hermeto le sopla a la melódica con desenfreno. En este disco las palmadas del público y el sax se encuentran para hacer una rola. Luego, el Rhodes entra funk, la batería le contesta carioca y Hermeto les responde improvisando al unísono voz y tecla, rompiendo armonía, re-armándola en cachitos y aventándola de nuevo adonde sea. Sus músicos a veces sólo parecen seguirle el paso turbadamente.

A sus casi 73 años a este brasileño le sobra energía para romper teclados, gritar, bailar, tener una esposa 43 años menor que él y despedir su participación en el Montreux Jazz Festival cantando –“¡Adeus, adeus!”– igual que lo hizo aquella vez en Bellas Artes.



samba pa ti

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Lexaunculpt (/lex-awn-coo/): un estado de ánimo…

Se prepara la orquesta… Inicia la afinación pero no escuchamos frecuencias típicas, sino una falla… errores… bellos errores que brindan una caricia mediante el diálogo entre la tecnología y una mente sensible. Lentamente los cortes y tropiezos sonoros adquieren melodía; dejan de ser asíncopa para convertirse en emoción.

Murray Schafer habló alguna vez de los sonidos de los sueños. Del soñar como un entorno acústico similar a lo que escuchamos cuando estamos debajo del agua o cuando tapamos nuestros oídos con las manos para opacar la brillantez de la realidad. A eso juega con nosotros Lexaunculpt (a.k.a. Alex Brandon Graham), quien manipula los sonidos de nuestros sueños. Nos lleva de la más dulce caricia a una cálida pesadilla mientras no deja de tener cierta sensualidad exótica… aberrante. Fallas constantes que se vuelven armónicas siguiendo la idea de John Cage de que si algo te aburre lo repitas dos veces… si continúa hazlo cuatro y así… con el tiempo le encontrarás sentido. Esta música es explosividad emocional vestida de minimalismo. No sólo es darle sentido a los errores sino todo un patrón y abanico melódico y emocional donde el tiempo más que detenerse se fragmenta, se fractaliza para vivir pasado, presente y futuro en un instante. Pequeños orgasmos sónicos con tintes esquizofrénicos.

Lexaunculpt construye su música a partir de un constante deja vú… de algo en apariencia poco conocido pero que siempre nos llega con una grata sorpresa. Músico de culto y con poco reconocimiento en un mundo desprestigiado bajo etiquetas de IDM y Glitch, Lexaunculpt logró en mi una empatía que apenas dibujaron otros como Autechre y Plaid. Detalles en piano, caricias sinfónicas y ante todo la intimidad de la psique: su música es el equilibrio perfecto entre belleza y ruido sin pretensiones de grandeza o la intención de generar una gran obra...

Simplemente es el sonido desnudo, manipulado o no, que de principio a fin te lleva de la mano: un parche sonoro emocional en un mundo caótico.


Lexaunculpt - Then she said (Thom Yorke muérete de envidia!!)



Lexaunculpt - Untitled 5 (¿Y por qué no? Que a los Modeselektor les de un poco de envidia también)



He aquí unos sonidos (1998) que se desvanecen como árboles (2003) de manera privada (1999) pero con el doble de densidad (1999)

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Sour Soul y el sentirse bien.




Me cuesta mucho trabajo creer que una banda con pensamientos tan positivos como “Feeling fine” me pueda gustar tanto como Sour Soul. Es un grupo que a través de su música busca quitarse las etiquetas para demostrar que la música no tiene que identificarse con una nacionalidad, un idioma o un mercado, sino con la música en sí.


Stop fucking with my mind

(VIDDY WELL, de la reedición del LIQUID SKY DIVERS)


Más música y menos pose: el hecho de ser una agrupación mexicana y cantarle “a la banda” ha derivado en juegos mediáticos desde el “Rock chavitos” hasta “Tu rock es votar” que más allá de lo reales que puedan ser sus intenciones se han adoptado como una identidad casi absoluta del rock nacional. Sour Soul busca alejarse de esta imagen no sólo con en el uso de instrumentos como la cítara o el banjo para sus grabaciones y presentaciones en vivo, sino en una declarada falta de interés por el llamado “rock en tu idioma”.


Liquid sky divers, su disco debut, no me convenció del todo. Me pareció bastante irregular...como que algo le faltaba…algo que se encuentra en cuatro nuevos temas que se han grabado para la reedición del un álbum que definitivamente me hace sentir bien.


He aquí un breve video reportaje sobre la grabación de la reedición de este disco:



Sírvase usted, atento lector, de visitar el myspace:

http://www.myspace.com/soursoulme



Rodrigo Jardón

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Slint - Spiderland (1991)


Hay algunos que gustan de llamarlo post rock otros tantos math rock, yo simplemente preferíría llamarlo: rock de monstruo de la laguna.



Parece que estos tipos tocaran bañados en lodo con estolas de algas marinas en brazos y cuello a punto de gritar gruaaaah.

Slint, fue una banda que duró en activo apenas del 87 al 91 convirtiéndose en uno más de los eslabones perdidos de la música.

Spiderland es un disco donde coexisten en plena armonía: Nosferatu, Wampa, Yeti, Pie Grande, Nessi, Jason y la señora del puesto de las quesadillas en una fría y nebulosa mañana en la Marquesa.

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"Swan Lake" cambió mi vida



En 1994 yo tenía doce años y apenas escuchaba raps. Mis pininos, lo que estaba ahí: Cypress Hill y el roster de Death Row Records, básicamente (ya había pasado, un par de años atrás, por Vanilla Ice, Hammer y los fabulosos experimentos de vuelo chabacano en Latinoamérica: Wilfredo y la Ganga, El General y al amparo de Televisa, Caló con su Lengua de hoy (1991), lo mejor que ha hecho Alek Syntek hasta la fecha). Después, dentro de la misma paleta de gangsta—g-funk shit, mis oídos, coptados por completo, fueron reconociendo a otros: Ice Cube, Mack 10, Funkdoobiest. Todos ellos, dignos exponentes del sabor, ya en forma para los 90, del hip-hop de la Costa Oeste: cadencias más lentas, contenidos hiperealistas, sampleos melódicos... Pero durante los siguientes, digamos cuatro años, mi horizonte rapero en realidad seguía siendo bastante parco y limitado al rap comercial en boga de la época (o sea, los arriba mencionados et al.) y al final de este periodo de mi vida, de un modo bastante natural, huelga aclararlo, los negros soeces que a cada vuelta de esquina mentaban madres, con monólogos sobre sus madres, 40z y blunts en la banqueta, crips y bloods en sus colores, fat bootys encima de ellos, terminaron por hartarme. En términos melómanos, salí ganón: me di chapuzones primerizos en el bop y cierta electrónica, en su pináculo de fines de los 90.

Todo bien. Excepto un detalle: hasta la fecha con sólo reconocer un beat y alguien encima rimando, me paralizo, embelesado, y aunque parezca que sigo prestando atención a la conversación que mantenía (o lo que sea que estuviera haciendo), en realidad estoy escuchando las bocinas. Me hablan directamente. El hip hop es alimento para el espíritu de muchos que caminamos las ciudades, lo que es bastante obvio.

Bueno, dicho esto es que expreso, con toda honestidad, que en mi corazón del modo más azotado y adolescente echaba de menos los raps. Echaba de menos sentirme amenazado por los raps, echaba de menos que me volaran la cabeza, echaba de menos ser ese pipiolo que repetía las letras en un inglés que sólo existía en mi cabeza. Seguía ávido por más y más raps pero metía en el estéreo de casa cualquiera de los discos de 2Pac y de inmediato lo quitaba: necesitaba algo más; el evangelio de la tugh life no era para mí. Seguí mejor explorando otros paraderos musicales más inofensivos.

Fue entonces que en el 2000, seis años después de mi primer encuentro con el rap, se cerró el círculo y me entregué de lleno. Mi hermano fue mi primer gurú musical. Eran épocas en las que en tiendas de discos en México uno podía, si buscaba con ganas, encontrar joyas de reciente importación, apenas conocidas por algunos “elegidos”. Mucha de la gente que trabajaba en la radio (y trabaja actualmente) pertenecen, digamos esencialmente, a este período de consumo de música en México, por eso insisten en darnos atole con el dedo o de jodido, chiquitearnos la música. Anyways, mi hermano, un poco sin saberlo (y sin un corazón quebrado), compró Solesides Greatest Bumps (Solesides/Ninja Tune, 2000), una compilación de los mejores cortes noventeros del colectivo Solesides, después Quannum (Blackalicious, Lateef The Truth Speaker, Lyrics Born y Dj Shadow, hasta ese momento). Compró el disco en el Mixup de Loreto.

El disco doble en su conjunto se sostiene como un hito del hip hop independiente y alternativo de la década pasada en California. Y es mucho decir: California desde los noventa es uno de los lugares que alberga la mayor cantidad de artistas prolíficos y creativos en la historia del género. La escuela del rap alternativo independiente se montó la tradición en los hombros y siguió adelante con el mensaje original del hip-hop: peace, unity and having fun (esto, por supesto, no sólo en Cali).

El disco 1 de 2 que tiene dicha compilación, lo escuché religiosamente durante años. Y de los once cortes que incluye el disco 1, el décimo era y sigue siendo una piedra angular en mi radiografía musical: “Swan Lake” de Blackalicious, hecha en el 94. Originalmente, la rola viene el EP debut de este dúo, Melodica EP, editado bajo Mo’Wax. Fue el sencillo con el que se dieron a conocer.

Aunque puedo hacer más de una observación crítica respecto a la rola, baste con decir que el impacto que causó en mí, provocó un movimiento en mi espíritu que aún no termina. Recobré mi capacidad de asombro, mi fe en los raps y me dediqué de lleno a buscar trogloditamente todo lo que pudiera y más importante, comencé mi verdadera relación (o mi mayoría de edad) en el hip-hop —y ahí sí digo hip-hop y no raps—: la lectura.

“Swan Lake” es una de muchas rolas que encapsulan el espíritu de la estética y la tradición que conocemos bajo el nombre de hip-hop; simplemente fue la primera que a mí me lo mostró.

Después, todo fue miel sobre hojuelas.

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Patrick Wolf: The Bachelor (2009)




“I've got hogs in the pen and corn to feed them up,
all I want is someone who will feed them when I'm dead and gone”
P.W.




El alto en el semáforo más cercano hacía lucir la avenida solitaria, algunos rayos de sol se resistían a ceder paso al ocaso, maniobré un poco para darle play al Ipod y cuando los sintetizadores de Kriespel comenzaron a sonar envueltos en una textura similar a las cuerdas de un violín, cayó la noche violentamente como si alguien hubiese derramado una tinta oscura en las nubes.

Un señor se aseguraba de que la puerta de su negocio estuviera realmente cerrada, algunos maniquíes sin rostro luciendo vestidos ostentosos se iban cubriendo por las cortinas de metal mientras por mis oídos la intermitencia de un bit iba y venía en medio de un ligero silbido. Sin sentir algún paso brusco, ya me encontraba caminando y moviendo ligeramente la cabeza hacia abajo y hacia arriba y al cabo de unos minutos más, con ganas de correr al ritmo de cada canción de The Bachelor.

Nunca he pensado que Patrick Wolf tenga la voz más bella del ejido pero si he de reconocer que si su sonido tuviera a alguien más al frente, ni el arpa, ni el violín, ni la guitarra, ni el piano, ni cualquiera de los instrumentos que se nos ocurran y que seguramente ya forman parte de su multi instrumental lista de habilidades, generarían las mismas sensaciones.

Mi trayecto a casa dramatizado y musicalizado, nada más que pequeñas puestas en escena desplegándose en serie y pautadas por él. Jamás el vagabundo que barre su improvisado dormitorio debajo del puente que cruza Circuito Interior ni el perro que siempre me ladra detrás de la gran reja blanca me habían resultado tan teatrales. El olvido, el escape, las pérdidas, la constante pregunta sobre quién será el único (o única, dependiendo del mood y el clima) que se atreva a penetrar en ese músculo localizado a la izquierda del pecho que a veces parece impenetrable, cada frase, cada atmósfera en torno a la soltería siendo descompuesta en diminutos fragmentos.

He aquí el regreso del “niño prodigio” sacudiendo su atuendo de buitre vestido con cinturones y alas de cuero, este londinense camaleónico de escasos 25 años que disco tras disco adopta la forma de un personaje distinto en algún cuento breve ilustrado y que en esta cuarta entrega da la impresión de estar coloreado por una acuarela opaca.

Patrick Wolf, The Bachelor (Bloody Chamber Music, 2009)

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Shaft (Shut your mouth) (2007)



Birds N Brass


Al escuchar:

“Who’s the black private dick that's a sex machine to all the chicks?”

Lo más natural, lo que dictan los instintos (sepas o no sepas inglés, conozcas o no la tonada) es gritar:

“Shaft!”

Todos los aficionados a los Simpsons recordarán esto:



Así que al escuchar este disco de versiones del tema de Shaft y siguiendo el ejemplo de Lisa Simpson, recordemos gritar el nombre del más importante súper héroe negro del cine en los setenta, al menos el más representativo de lo que se conoció como el blaxploitation: filmes que reflejan a la comunidad negra y su situación marginal. Esto último, aunque suene muy bonito, es en realidad el equivalente de las inolvidables películas de Alfonso Zayas y Angélica Chain, donde se da cuenta de la deplorable situación de las multitudes ágrafas. La primera versión de Shaft (1971) además de ser un excelente compendio de lugares comunes, y la creación del entrañable personaje interpretado por Richard Roundtree nos ofrece una de las mejores rolas que se han hecho para una película.


The chosen few

Es cierto, no soy Shaft, soy, a duras penas, el pinche Paso Sabroso, pero… ¡Ay! ¡Cómo me parezco! No se rían, mejor déjense el afro; luzcan pantalones acampanados; comiencen a bailar al ritmo de unas cortas distorsiones de guitarras eléctricas y siguiendo la pauta de los platillos imiten, con delicados movimientos de cadera, el acto de apareamiento.

Funkemos; reconozcamos el estilo de estos morenazos; miremos la esencia de un Harlem que bien podría ser la Buenos Aires e imaginemos que, en vez de chiquitas emos, hay una Pam Grier (musa indiscutible del blaxploitation, que vimos ya muy cascada en Jackie Brown); también debemos cargar música para que, a cambio de las cumbias y el reggaeton característicos, escuchemos el tema de Shaft.

Ya puedo ver a cada uno de los John Shafts que soportan lo que escribo cada semana, escuchando la versión que más les guste de este compilado en su reproductor portátil y caminando con un paso altivo, acompasado, casi bailando sobre la acera.


Joe Bataan

¡Cállate la boca!

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Dirty Projectors


Hermanos, les pido ponerse de pie que la ceremonia litúrgica ha comenzado…


Todo está listo, el coro es dirigido por una profanadora y cocainómana Mary Poppins…


What I See


La banda del coro se encuentra jammeando; unos ligeros chispoteos de guitarra, un par de voces celestiales, la batería nos sorprende con un estrepitoso despedorre sonoro y hemos sido salvados. Mr.Yisus está con nosotros…


Abajo, en el altar, el reverendo Byrne hace de las suyas persiguiendo monjas frente al señor de las últimas cosas.


Esta misa no se lleva acabo en una iglesia cualquiera, no señor, estamos de pie sobre el lomo de una gran orca, preparados para ser bautizados por el inmenso chorro de su respiración.



The Bride


Bienvenida sea la gloria.


Bitte Orca!


Oh Lord, Eimen!


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WILCO (The Comment)




Como salido de un trailer hollywoodense, un camello en una terraza anuncia el gran estreno de Wilco (The Album). Hay que decirlo, la portada y el paródico título son atinados, ciertamente existe una relación inducida entre los road trips de ensueño y la Americana, a la que apela Wilco. Desafortunadamente lo que inspira la portada no siempre corresponde a lo que se encontrará en el disco y éste es una muestra de eso.

Personalmente disfruto mucho más otras producciones de la banda, como Mermaid Avenue en el que, junto con Billy Bragg, musicalizaron canciones de Woodie Guthrie; y el consentido de los fanáticos, el Yankee Hotel Foxtrot. Debo decir que en esta nueva entrega encuentro mucho más cursilería que atrevimientos y mucho más letargo en sus canciones. No me gusta. En cambio, sí me es posible reconocer que tiene destellos perfectos para perfilar en el soundtrack de alguna serie de televisión como Nip Tuck o Grey´s Anatomy: hay algo ahí que está de súper moda. No sé si eso sea bueno o malo, de hecho esas series se caracterizan por lograr buenas bandas sonoras; me limito a opinar que, aisladamente, aquí encontrarán dos que tres momentos ideales para musicalizar una de esas frívolas y sangrientas cirugías.

Wilco (The album) tiene destellos de maravillas como la participación con Feist, pero también tiene muchos refritos de figuras que ya escuchamos demasiado en los noventa. En general me pareció aburrido y poco inspirador, así es que, sin más, lo dejo para que sea juzgado.


Nota: La omisión de canciones en este post es una decisión personal.

¿Y usted qué opina?

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CHRIS JOSS: TINNITUS FUNKY





Coloqué los audífonos en mis oídos mientras caminaba y a la siguiente cuadra me percate que tomé un paso como de pantalón acampanado, - ¡esto me está gustando! - dije. Subí el volumen. Mi hombro empezaba a dar brinquitos por sí mismo y mi andar aceleró. Más volumen. Escuchaba un Wah incesante, sí, ese efecto de guitarra y teclados que te hace mover la cabeza atrás y adelante. De pronto, el oído izquierdo pidió tregua. El volumen había llegado a peligrosas consecuencias.

El francés Chris Joss sabe bien de qué hablo. Este multi-instrumentista para quien, según sus palabras, “el jam fue su escuela”, aprendió que tocar y mezclar con audífonos a volúmenes altos y por largos ratos, no deja otra cosa que Tinnitus e Hiperacusia, es decir, zumbido y dolor en los oídos. Es una lástima, Chris Joss no puede tocar en vivo.

Pero cómo no subirle al súbito guitarreo de Table of Contents, rola que como su nombre lo dice nos da la bienvenida al disco Dr. Rhythm (2002). Sí, una cita a oscultarse con el “Doctor Ritmo” entre flangers y Rhodes.




Dada su lesión auditiva, Joss eligió el camino de la ardua grabación en casa y al apego a las posibilidades que los plugins, los multisamples y el mismo Atari ofrecen. Su música es convivencia de instrumentos “reales” con el inmenso océano de oportunidades que brinda un ordenador; una base rítmica apegada al funk y melodías que remontan a sonidos pop de los 60’s y 70’s. Un deleite para quienes gustan de levantar los talones.

Las citas con el médico siguieron para Joss, pero no con el “Doctor Ritmo”. Tropieza, cae y rueda por las escaleras de su estudio, el resultado: el codo derecho roto. Chris pierde flexibilidad en el brazo y para su disco Teraphonic Overdubs (2008) introduce más elementos electrónicos que reemplacen a la batería que no puede tocar. I Want Freedom es un riesgo al bailar, contiene la dosis adecuada de libertinaje para que uno pueda tropezar.



El sonido de Chris Joss me recuerda ese caché para caminar decidido, moviendo la cadera con balanceo adecuado. Y al parecer no soy el único que percibe esa sensualidad ya que el músico francés fue invitado a participar en el documental “Inside Deep Throat”, trabajando con el score original de la mítica película porno.

En Sticks (2009), su más reciente LP introduce nuevos instrumentos a su repertorio: el contrabajo, el sitar, la flauta y las congas reafirman el gran trabajo de producción que Joss realiza en grabación y mezcla. Sonidos por doquier que ponen la oreja a brincar.




¿Y cuál es el colmo de Joss? Parece que los audífonos siguen al francés; Nokia decidió incluir precargado en 3 millones de celulares el video de “Discoteque Dancing” del álbum You've Been Spiked. Así que, tarde o temprano uno se encontrará subiéndole al ritmo, en cita con el “Doctor Ritmo”.








nomás quiero que le piques

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Mayra Andrade - Navega (SonyBmg, 2006, Sterns Arc Ltd, 2008)


En creole, lengua hablada en zonas de Haití y Cabo Verde, entre muchas otras, Mayra Andrade canta una mezcla de descarga vudú y calma portuguesa. Considerada por muchos como exponente del jazz, la multi-regional Andrade leva anclas entre teorías políticas de baile y felicidad, carambolas, riberas, vida de mar y pescadores.

Si en las antiguas cántigas los hombres solían dar voz a los marineros, Andrade —como otras intérpretes y compositoras en portugués: Adriana Calcanhotto, Lura, Sara Tavares, Mariza, Cesaria Évora, Amália Rodrigues— introduce los registros femeninos a un cante con toques de samba y morna, un genuino derivado del fado de los esclavos caboverdianos. Sin dejar de lado el sentido festivo, en sus letras, Andrade navega sin nacionalidad entre cadentes imágenes de impotencias y vivencias barriales, como en el caso del track “Comme s’il en pleuvait”, una anécdota en sepia de una vagabunda en Francia.

Muchas veces me he preguntado si en verdad el fado es sólo una música de tristezas y lamento. Ante los ritmos de esclavos, el gis de la añoranza también puede ser jovial, y, como dice el músico que en un futuro próximo se reseñará [pista], “uno no obedece a impulsos nostálgicos, más que en momentos de depresión"; así que la respuesta deambula, quizá, entre espectros, pues el lenguaje de las constantes nunca es estático, mucho menos cuando destila sal: [suspiro] el mar, el mar. Además, las nuevas generaciones han refrescado la poética de este género.

A los 23 años, la inteligencia, belleza y talento de Andrade (ya premiada por la BBC, entre otros medios) impactan por su sensibilidad para cantarle al día a día de las dificultades de la vida, sobre todo cuando se ha tenido que partir de la tierra donde se ha nacido: esa es la morna. Si quieren sentir la otra cara del desasosiego, aborden Navega.


Zárpale, layalaya.

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Mono - Hymn to the Immortal Wind (2009)

Me dispongo a escribir parte de un texto que llevo postergando por meses… ese documento que significa el cierre de un ciclo más en mi vida. Mientras, decido acompañar la experiencia con “Hymn to the Immortal Wind”, nuevo lanzamiento de una de las bandas que mejor mezclan energía y sensibilidad: los japoneses de Mono. Le doy play y empieza la confrontación con la hoja en blanco… (y también con este post) ¿Quién ganará?

Me encuentro ante un espacio cálido… y cautivador. Empiezan las notas, sutiles melodías que surgen de la distorsión para envolverme mientras lentamente se descifran tintineos oníricos. Las guitarras como siempre desgarran lentamente mis entrañas, casi de la misma forma que el Maldoror de Lautreamont lo hace con sus víctimas… de una forma cariñosa y reconfortante. Las percusiones retumban en mi mente… no sé si están ocurriendo o aumentó el volumen de mis latidos mientras las cuerdas me llevan a mundos lejanos de memorias heredadas… nunca vividas pero si reconocibles.

La música juega con mi inconsciente… y tan solo han pasado los primeros cinco minutos, minutos que se vuelven atemporales entre texturas y sensaciones; entre emociones y recuerdos que hipnotizan. El disco me ha envuelto y mi mente forma unidad con el nuevo regalo de Mono.

Abro los ojos y el disco ha terminado… de forma gloriosa como una fanfarria para el fin del mundo. Algunos dicen que la sensibilidad de los japoneses proviene de ser los únicos que han sobrevivido a bombas atómicas… de ser el extremo más oriental; el ‘otro’ tan ajeno incluso para ‘los demás’. Experiencias esquizoides plasmadas sólo a través de una descripción: la más pura y sensible belleza a partir del caos… de la decadencia… del lado más oscuro del corazón.

Pero la música de Mono, aunque reflejara todo esto, cala por ser una sensibilidad casi inocente. Completamente universal para el ser humano. Aquel sonido que escuchamos cuando rompen nuestro corazón, cuando contemplamos el vacío que se hace en el tiempo cuando admiramos la perfección en la naturaleza, cuando reímos, lloramos y sentimos todo aquello que nos hace ser seres vivos. Es justo ahí donde Mono nos atrapa, aquel rincón íntimo, cálido y conocido que de manera casi de complicidad sólo cada uno de nosotros reconoce en el interior de la mente. Aquel momento en el que la mente genera ecos del presente, pasado y futuro y se convierte en energía en armonía con el entorno… en ese momento es cuando se concreta Hymn to the Immortal Wind en cada nota que tiene la duración exacta para sentir un vacío que nos recuerda estar vivos… frágiles… sensibles.

Y al final sólo queda el silencio.

Ahora ha dado tres vueltas el disco y aquella hoja sigue en blanco. Pero no importa… ya no soy el mismo.

MONO - FOLLOW THE MAP




Alguna vez leí que la piratería afectaba la energía de los astros... por eso aquí decimos NO a la piratería! ;-P


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TÚ NO TE PREOCUPES, BÁILALE



Empecemos como se dice vulgarmente: por el principio. Cuatro integrantes de Manchester, momento, no piensen en ese Manchester que destaca en lo artístico y financiero, es más ese lado escondido chacalón, trashy,under” pues; podría sonar pretencioso, ya sé, pero es el mismo Danny Saville (máquinas y ruiditos) quien describe así la zona de donde salió esta fusión de guitarras ligando maquinitas con todo el sonido inglés que puedan imaginar.

Sin preocuparse por armar composiciones sorprendentes con giros que nos arrebataran ni liricas complicadas que podrían enamorar a una quinceañera a la mitad de su vals, TheWhip nos trae un disco que no sirve para clavarnos en si somos los chavos más alternativos o los más locos, noooo señorseñoritaniñoniña; los 10 tracks de X-Marks Destination están hechos con una finalidad: ponernos a brincar por todos lados, casi como si nos dejaran pasar un día entero en la mansión Playboy sin restricciones ( o el vestidor del Manchester United para las señoritas que hagan el favor de leer esto) y adivinen que,
si funciona.

Han participado en compilaciones de Kitzune, han remixeado y han sido remixeados, ahora espero yo, que después de que nos pusieron a bailar, no nos dejen sólo con este pedazo de la fiesta que ya empezaron.


The Whip / X Marks Destination, Southern Fried Records (así es, la casa disquera de Fatboy Slim)

WHIPAAAH!!!
YHIPAAAH!!!

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